jueves, 27 de marzo de 2008

Osvaldo

Vivía solo.
Sentado en una silla, en la puerta de su casa, pasaba cada día.
Nada escapaba de sus sentidos, ni nadie.
Sabía todo lo que pasaba en la cuadra.
Cada vez que pasabas por delante de su casa te saludaba con un amable "¡Buen día vecino!", "¡Buen día señora!", "¡Buen día señor!", según quien eras.
Algunos decían que era un poco chusma, pero eso sí: buena persona ¿eh?.
Según él era sereno, trabajaba de noche.
Lo que nadie se explicaba era cuándo dormía este hombre, porque a toda hora se podía verlo sentado ahí, tomando unos mates o un vaso de cerveza.
Hace unos diez días atrás no se lo vió más, ¿qué le habría pasado?, no era habitual que se ausentara tanto.
Poco después sacaron los muebles de su casa, cambiaron la ventana y empezaron a arreglar la casa. Pero él no estaba. No era una mudanza.
Finalmente un vecino confirmó su muerte. La pasión de Osvaldo empezó el 15 de marzo a la noche y terminó el lunes 17.
Cuesta no verlo, duele pensar que haya sufrido sin que tal vez nadie se diera cuenta.
Encima, en su casa ya hay movimiento, como si nada hubiera pasado. ¿Por qué no dejarla unos días cerrada, como los ojos de Osvaldo ahora?

2 comentarios:

Unknown dijo...

clau,que triste...
hay personas que cuando se van hacen mucho ruido,pero al poco tiempo nadie las recuerda y personas como osvaldo que se van silenciosamente y causan estruendos...no?
que lindo lo que nos compartiste!!
besos

Sibila de Cumas dijo...

En todos los barrios hay un Osvaldo, en todos nosotros hay un temor a no terminar com Osvaldo, todos los que escribimos, tal vez, intentamos a travès de nuestra palabra, no terminar como Osvaldo.
Interesante tu texto, Claudia.